Máximo Corbalán (Argentinien, Schuljahr 2005/06)

Mi año en Augsburgo (Mein Jahr in Augsburg)

Decidir hacer un año de intercambio en un país extranjero no es tan fácil como se piensa. Primero es necesario tener el valor necesario para dejar atrás a un país que uno quiere enormemente (una cultura, una historia, un lugar), a una familia con la que pasó los mejores momentos de la vida y finalmente amigos que nunca dejan de estar en los recuerdos de uno.

Por otra parte está también la reacción que uno tiene cuando por fin llega, todo impresiona, todo se vuelve increíble, como estando en otro mundo, uno asimila la cultura anfitriona con gran interés.

El primer problema surge con el idioma. Cuando llegué el primer día al colegio la comunicación se hizo un problema muy grande. No poder expresar lo que uno pensaba o no poder decir una idea o un comentario se hace a veces desesperante, tener que pensar cada palabra antes de hablar llega a hacerse insoportable pues se pierde la espontaneidad de la conversación y se vuelve más un trabajo algo que debería ser placentero y normal. A pesar de eso no me quejo porque en el colegio no fue difícil hacer amigos. Ellos comprendieron lo difícil de la situación en la que me encontraba y en muchos casos me aconsejaron y me ayudaron más de lo que ellos creen.

En mi curso todos se portaron muy bien conmigo, muy diferente a como me lo esperaba (un curso indiferente, frío, antipático). Desde el primer día mostraron interés y se acercaron haciendo mucho más fáciles las cosas para mí. A todos les agradezco, son el mejor curso que me pudo tocar.

Otra cosa que impresionó mucho fue el tamaño del coelgio. De donde vengo los colegios no pasan de los 400 alumnos como máximo y acá se me hizo tan grande que al principio mareaba. Los edificios, los alumnos por todas partes, parecía más como una buenos aires (tan acelerado y gigante) que como un colegio tranquilo como el que estaba acostumbrado a asistir.

Otro factor difícil fue convivir con la familia anfitriona. Siempre es duro al principio, asumir el ritmo de vida y las costumbres de esa familia es muchas veces una tarea demasiado grande. Yo ahora estoy en mi segunda familia (porque nos cambiamos 3 veces para tener el mayor número de experiencias ya que no todas las familias son iguales) y el proceso de adaptación fue bastante fácil en ambas familias porque ellas saben en la situación en la que me encuentro y si todos ponen voluntad, uno llega a conocerlos muy rápido y la convivencia se vuelve muy fácil de llevar.

Una de las tareas más interesantes fue asumir la cultura de este país. Muy diferente a la de Argentina (como por ejemplo respetar el semáforo, usar cinturón de seguridad, no tirar papeles en la calle) asimilar esta cultura se hizo a momentos divertida, a momentos tediosa, algunas veces costó mucho, otras costó poco. Con la ayuda de mi familia y amigos poco a poco fui aprendiendo más sobre este país tan diferente al mío (aunque algunas veces tan parecido).

Hoy puedo decir que todo está yendo muy bien. A pesar de que el idioma no lo domino demasiado, que no me he acostumbrado al frío y me extraño mucho a mis amigos, ya no me siento como un extranjero sino como un miembro más de este colegio y de esta ciudad.

Gracias a los que me ayudaron y a los que me siguen ayudando.

Máximo Corbalán, 24.01.2006

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